El Árbol de Mango que Sembró la Abuela
De rodillas la abuela hundió el machete en la tierra arcillosa del patio inhóspito y vacío. Era el patio de mi casa recién estrenada con otras 52 casas de la manzana que habían sido adjudicadas a las familias víctimas de la explosión del 7 de agosto de 1956.
Allí en ese hueco en toda la mitad del patio mis hermanos y yo fuimos testigos, mi abuela enterró una semilla exclamando “algún día comerán mangos” aquella noche me acosté con el corazón palpitante, nunca en Manizales donde éramos oriundos habíamos imaginado que en el patio de nuestra propia casa habría un árbol de mango ¿cuánto tiempo se demoraría para crecer? Me dormí con el ansia de que amaneciera pronto para levantarme y echarle agua.
Durante 5 años, lo cuidamos, lo consentimos, y le preguntamos siempre ¿cuándo nos darás manguitos?
Y paso el milagro un día muchos florcitas asomaron ante los ojos maravillados de nosotros los nietos de la abuela que ya había muerto; pasaron los días y fueron transformándose las flores en bolitas pequeñitas que fueron creciendo y creciendo hasta llegar a un tamaño inimaginable para nuestros ojos de niños; se tornaron en amarillos y apetitosos mangos que no nos permitían coger hasta que cayeran para no dañar la cosecha, y así paso el tiempo, el árbol se fortaleció y extendió sus ramas hasta cubrir el patio con su sombra, plantas crecieron alrededor suyo.
Las mascotas que han muerto en el transcurso de los años sus raíces han sido sus mortajas , hasta el alma del retoño de un niño, allí habita y en el silencio de su hojas se ve jugar con los gatos y perros que dando y dando vueltas entre sus ramas encabritaron sus espíritus a sus ancestros enseñando sus sueños a todo aquel que habite al árbol en sus momentos trémulos ,perdidos, acongojados o simplemente querer estar en lo alto de sus ramas para encontrar respuestas, que el alma pide y bajar completamente iluminado sin temor al rojo suelo de la tierra.
Mucha gente ha comido de sus frutos dulces y acariciadores como las manos de la abuela que les dio la vida.
Martha Inés Hurtado