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A Ellas, las más Bellas


Volvieron a salir, este año fueron más, yo me quede en casa frente a la pantalla de mi computador cumpliendo con mis deberes laborales y en las tareas de mi hijo. Ser madre soltera no ha sido una tarea fácil pero ha sido llevadera y es responsable conmigo y con mi hijo desde que el feminismo se volvió una práctica en mí ser mujer.

Anhelaba haber ido al parque que han llamado de los Poetas, reflejo de nuestra cultura caleña tan machista y esnobista en términos de algunas “elites” faranduleras, y acompañar las manifestaciones de las mujeres caleñas o haber ido el viernes al encuentro mujer, defensa del territorio y semilla, donde orgullosamente puedo decir esta mi sangre, pero esta vez no era posible movilizarme, esta vez me correspondía mi cotidianidad, volver a reflexionar sobre mi ser mujer y nos pusimos cita las amigas de siempre, para tomarnos una pola y comer “cualquier mierda”, después de las siete cuando hubiéramos terminado, cada una su quehacer.


Trabajé, lleve a mi hijo al parque, hice algo de comer, me organice el cabello, mire que tenía las uñas a medio pintar, descarachadas, pero las ignore, realmente las uñas para mí, son lo de menos cuando hay tanto que debes hacer, eran las siete y diez y aún no salía de mi casa, le di un beso a mi hijo en la frente y me despedí de mi mamá, mi mamá, que hace mi vida más fácil y ya la de ella es complicada.


Cuando llegue al punto de encuentro con mis amigas, de lejos vi a dos de ellas abrazarse entre risa y llanto ese de “nosotras que nos queremos tanto”, había en medio un hombre al que no recordaba pero mis amigas insistieron en que ya lo conocía, y yo asentí: bueno, pero no me acuerdo, dije. Primero pensé que su presencia en medio de nosotras podría limitar en algo nuestra platica, y así fue al inicio, hablábamos de asuntos íntimos solo cuando él se levantaba para fumar un cigarrillo, “hacele rápido antes de que éste nos escuche”, dijo una de mis amigas esperando respuestas sobre una relación sentimental, pero curiosamente la presencia de nuestro nuevo amigo terminó convirtiendo nuestros relatos anecdóticos en reflexiones que podrían transformar las prácticas.

Quizás nuestras conversaciones estén cargadas de banalidad y poca rigurosidad, pero se alimentan de la experiencia, aquí les comparto algunas, de las que recuerdo antes de la ebriedad conmemorativa:


• Todas alguna vez hemos convertido un feo en bonito, realmente lo que menos nos importa es que sea guapo, pero establecemos mínimos para amar. “Yo le busco el lado”, es la frase reiterativa para esta conclusión.


• Nos hemos enamorado de muchos hombres pobres y a los que la plata nunca les alcanza, poco nos interesa quien nos mantenga, la primera emancipación es económica, pero tampoco hay que cargar peso ajeno: “yo como trabajo, como una salvaje, me van a venir de decir como son las cosas”, expresión inicial, para concluir “que a mí nadie me diga es nada”, “me voy a hacer una lobotomía y pondré un casete que repita: la plata sí importa”.


• La experiencia sobre el orgasmo es personal, parte del conocimiento sobre sí mismas y no siempre se necesita para sentirnos bien.


• El privilegio de los hombres sobre el mundo los ha llevado establecer imaginarios irracionales sobre el cuerpo y el sentir de la mujer: “si se les para los pezones están excitadas”, fueron algunas de las expresiones de nuestro amigo difícil de recordar.


Después de tanta palabrería, cerca de la una de la mañana me despedí de mis amigas y volví a mi casa con el atonte del licor, me levante entre risas a las ocho, puse a hacer el chocolate y pensé en lo difícil pero afortunada que es la lucha de las mujeres, de ser cotidiana y de pasar por todas, en cada difícil circunstancia en lo personal e íntimo, que para nosotras es político, porque es la forma de subvertirlo. Bellas y mágicas las mariposas que salen a gritar por las calles para exigir que pare la violencia machista, bellas las amigas que se encuentran la noche de un viernes para asistir al velorio del amor romántico y el machismo que también nos ha tejido a nosotras, bellas las emancipadas y solteras porque rechazan el machismo y bellas también las que tienen por compañero a alguien del que saben tienen que salir y que el amor con ellos es un cañengo, bellas las madres que aun lavan la ropa de sus hijos pero saben que ese es su trabajo y merece recompensa, bellas las defensoras de la vida y el territorio, las estudiantes y profesionales que dedican su reflexión y estudio a transformar el mundo para las mujeres, bellas las migrantes de todo el mundo que defienden su derecho a existir y a tener raíz en cualquier parte, bellas todas las mujeres que luchan y son críticas con ellas y con sus mundos.


Jennifer Rengifo Rodriguez


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