Política y Barrio

Desde una perspectiva de vida buena, interesa más la pequeña historia que la gran historia, que en realidad suele ser una épica mentirosa, ligada a la banalidad del poder. El barrio, la vereda, la vecindad, el cotidiano, son un mundo en construcción. Lo otro es más objeto de conquista y colonización, de invención de imaginarios que en ocasiones terminan siendo vacíos. En estos días de grescas políticas electorales vale la pena pensar ese asunto; es decir, la relación entre los barrios y las elecciones políticas de las ciudadanías.
Barrios, que son algo más que el espacio físico, hay de muchas características, todos ellos producidos por el morar de los espacios sociales, configurados como modo de vida urbano. Hay vecindarios coloniales que guardan la memoria marcada de un orden autoritario, también los hay plebeyos y artesanales que guardan el dolor y el buen sabor que se sedimenta con su antigüedad; hay barriadas republicanas, hijas del siglo XIX en el cual se buscaba fundar historias patrias; hay barrios de traducción burguesa ligados a las cíclicas bonanzas del capital; como no, existen villas de formación obrera ligadas a las políticas bienestaristas y al sudor de obreras y obreros; hay extendidos arrabales hijos de una colonización de los informales y excluidos de la industria y la modernidad urbana, y los hay emergentes, muy encumbrados pero encadenados a la acumulación violenta de recursos de poder ligados a las mafias criminales. Hay barrios diluidos, mezclados, superpuestos, los hay negados y celebrados a rabiar; en realidad el albergue de emociones y sentidos que es el barrio, se constituye en cuna de las identidades políticas, se hace el nicho desde el cual se impulsa todos los días la construcción de mundo y de relaciones con otros mundos.
Aunque se reflexiona poco, para los ciudadanos urbanos los bosquejos de vida y de sus intereses, pasan por su nacimiento y su morar en barrios, por su habitar la ciudad haciendo trayectos de barrios a barrios; preguntarnos por la formación de los intereses de la ciudadanía urbana pasa, sin ser deterministas, por sus trazas de vida en los barrios; el sentido de las relaciones de poder, la conciencia de la existencia y funcionamiento de las instituciones, la capacidad de conmoverse frente a los otros, la disposición a la solidaridad y la cooperación, las elecciones políticas primarias, se configuran a partir de nuestras dinámicas de socialización y muchas de ellas pasan por la vida barrial.
Claramente, esta saga entre barrio y opción política no se traduce de la misma manera entre las personas y grupos sociales, no es simétrica en un mismo vecindario y sí que menos entre vecindarios diferentes; sobre todo porque los proyectos políticos compiten por unas franjas de la vida y unas categorías sociales que exceden la historicidad de los lugares urbanos; y sin embargo, quizás sea clave pensar históricamente, rememorar la relación que cada ciudadano tiene con su vida en la ciudad, sus vidas de barrio y las elecciones que a conciencia podrían hacerse desde el punto de vista político a partir de la experiencia de cada ciudadana/o. Por ejemplo podríamos preguntarnos ¿Qué relación hay entre el barrio que habito, entre los barrios que hemos habitado, entre el lugar que hemos atravesado en la ciudad todos los días y nuestras elecciones políticas? Dejemos hasta aquí la reflexión y preguntémonos ¿estamos acaso al votar recordando de dónde venimos, por dónde y para dónde vamos? Ojalá el barrio en que vivimos y nuestra relación con la ciudad nos diga algo al momento de votar, para que ese acto tenga un sentido social y ético político, encarnado en las vivencias colectivas más entrañables.