Los límites del poder, las libertades individuales y los derechos colectivos
Más allá del gobierno corporativista, neoconservador en política social y neoliberal en economía, que se dibuja en los previos de la posesión de Iván Duque, la gobernabilidad en un sentido amplio está situada y jugada en una forma de poder que se estructura a partir de la lógica mafiosa enquistada en la sociedad; la trazabilidad del poder político en Colombia está sustentado en la domesticación de la población, la manipulación de las emociones y el manejo tendencioso de los sentimientos colectivos. Las políticas de “normalización” del sentido compartido de vida en el país, buscan hacernos entrar en un régimen de poder que se entreteje entre mafias regionales, carteles globales de la economía multinacional, pocas familias rentistas asociadas en diminutos gremios y múltiples bandas criminales que les circundan.
El discurso del nuevo gobierno tiene en su herencia el soslayamiento de la historia del conflicto de la sociedad que deviene en su negación o en su formulación ligada a criminalizar a todos aquellos que hayan reivindicado intereses colectivos; la comprensión de la pobreza se reduce a un problema de falta de desarrollo de la institucionalidad mercantil, del adelanto de estrategias de competitividad y a la persistencia de prácticas populares perversas; la situación de la economía se explica estrictamente en relación con la falta del estímulo a los empresarios que son los que generan empleo, aunque son los que hacen de su acumulación una sobrevivencia indecente para las mayorías.
Así se van definiendo asuntos muy delicados que pueden afectar nuestras vidas cotidianas; no se trata solamente de reconocer los riesgos más visibles como es la violencia en zonas con tradición de conflicto armado y negocios ilegales o la amenaza y asesinato a líderes sociales, que ya de por si es muy grave. Se trata cuestionar la imposición cotidiana de sentidos, de evitar los grandes confinamientos de la protesta social y la oposición política, de la victimización del diferente, del que demanda y/o desea otro régimen de sentido de la vida. Las elites en Colombia, sus personeros históricos, tienen su cuarto de hora en el nuevo periodo de gobierno para perpetuarse desde pequeños micropoderes que mantienen el ejercicio de disciplinamiento de la vida desde los ámbitos mediáticos y de regulación cotidiana de los territorios.
La nueva gobernabilidad centrada en las corporaciones busca dar forma híper-simbólica a su sentido de la vida y del poder desde el punto de vista del individualismo posesivo; en ese horizonte, si las elites y sus dispositivos de control social buscan adecuar el vínculo social desde la manipulación de los sentimientos y las emociones, si desde allí busca afincar el desarrollo de una gobernabilidad funcional a los poderosos y afirmarse en la soledad de las multitudes que se constituyen en mayorías sociales dispersas se requiere sopesar nuestros derechos individuales y colectivos, ponderar las potencias de la vida en común. Se trata también de evitar el desestimulo de la participación, de enfrentar la generación de apatía a la que conduce la manipulación mediática de las emociones, el híper consumo, la generalización del hedonismo y la desinformación que desvirtúa el sentido de realidad y de experiencia compartida. En el periodo venidero es importante no dejar que se controlen los cuerpos sociales por la vía de la imposición callada; es importante generar alternativas al autoritarismo promoviendo la autorregulación de la vida colectiva con un sentido democrático y de reconciliación.
En ese contexto, ¿Quién va a tomar las decisiones?, ¿Quién las va a ejecutar?, ¿quién las va a sufrir?, sobre ese ámbito de interrogación es necesario afirmar que la construcción de un camino alternativo requiere una libertad ética que nos posibilite hacernos ciudadanos activos, salir de sí mismos, de la lógica individualista y del aquí y el ahora, para ir en una perspectiva que implique nuevo proyecto incluyente de país; esta perspectiva nos sitúa en la pregunta por nuestro lazo social, por nuestras interdependencias humanas, por nuestras formas de confianza y más en concreto por nuestras maneras de hacer asociación social y organización ciudadana. Tenemos la tarea ética, estética, artística, de hacer de nuestras vidas individuales y colectivas una obra de arte que se hace en red, en la interacción colectiva, por allí estarían las claves.