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Para nuestra Venezuela


Habitamos una región al sur del mundo occidental llena de latencias, dolores y discordancias; nuestra comprensión de este lugar del continente requiere algo más que ojos y oídos para noticieros incendiarios; se necesita entender nuestra historia, nuestros accidentes y sobresaltos culturales y políticos. Esto no es fácil pues nuestra forma de ver los asuntos públicos suele ser un ejercicio muy apasionado; la política nos la imponen permanentemente con la manipulación de sentimientos y generando ambientes poco reflexivos. Así pasa con la situación de Venezuela, en la cual nos han metido desde los medios comunicación tan poderosos como amañados, a ver el drama del vecino país con el miedo al “Castro Chavismo”, como incitando a meternos en las peleas de la casa vecina.


El asunto requiere ser pensado: tenemos con el país colindante 2.219 kilómetros fronterizos; nuestras etnias ubicadas al norte y oriente son pueblos binacionales que están más allá de los diques administrativos; a pesar de viejos problemas la mayoría de nuestras comunidades fronterizas conviven apoyándose y coexisten con una integración aceptable. Cierto es que hoy crecen fenómenos de ilegalidad, de inseguridad, de contrabando e intercambio económico desigual; es verdad que está creciendo la prostitución en los departamentos y localidades limítrofes; también es cierto que han sido históricamente nuestros más visitados anfitriones; estamos refiriendo el país del área con el cual tenemos mayor intercambio, comercial, social y económico.


Venezuela es un país más pequeño en extensión y población que el nuestro; ha tenido más migraciones internacionales en su génesis que Colombia; también es indudable que hemos tenido agitaciones políticas parecidas en el siglo XX, en las cuales nuestros respectivos países han estado en manos de elites voraces y corruptas; dependemos aunque de manera diferente, de una economía primaria y extractivista (basada en la extracción minera y el desarrollo de algunos monocultivos); de forma diferente, pero persistente, violencias sociales y políticas nos han acompañado en nuestra agitada contemporaneidad.


Atendiendo a esa historia con rasgos paralelos, en estos momentos a los colombianos y colombianas no se nos puede olvidar que el destino de ambas naciones tiene una génesis cercana y quizás un destino común. No podemos desconocer que en tiempos de crisis colombiana, desde los años setenta hasta bien entrados los noventa, Venezuela acogió a miles de nacionales que iban desesperados por la falta de oportunidades o refugiados de la guerra y el despojo. Son muchas las familias que se hicieron una vida digna en la patria hermana que nuestra sociedad no les pudo brindar.


Por esa razón, no es tan recomendable dejarnos meter en una guerra intervencionista, ante los eventos de un pueblo que ciertamente esta ad portas de una guerra civil y que al parecer tiene un escenario de enfrentamiento entre dos formas de ver la nación que tendrían que pluralizarse, para entender que el asunto no se agota entre chavista-maduristas y oposición tradicional; hay que darle tiempo y espacio al territorio hermano para que madure sus disputas internas y encuentre salidas democráticas; aunque en este momento no se vean tan claras.


Un gran error seria que los colombianos que tenemos la tarea aquí y ahora de convivir y potenciar la nacionalidad democráticamente, nos metamos a ser el pie de apoyo de los perversos intereses globales que aprovechan la tensión para ir por el petróleo y otros vienes preciados de nuestro vecino, tan caribeño y llanero como nosotros. Para nuestra Venezuela falta la mano tendida, falta el apoyo humanitario, falta el respeto a su soberanía, falta vocación de integración; lo demás es hacer espejo de las bravuconadas de dirigencias torpes que solo ven el beneficio económico y el manejo de las armas para saldar diferencias; tentativas que hablan más de la crisis civilizatoria de la humanidad y del poder autoritario entronizado en el orden internacional que tenemos. Sintéticamente, ¡salida política para el conflicto venezolano!, ¡ni un solo esfuerzo para intervenciones militares y violencia contra el país hermano!.


Jesús Darío González B.



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