Querer a Cali.
¿Cuántos sistemas vivos se modifican cuando se talan centenares de árboles?, ¿qué pasa con el sistema aviario en estos corredores arbóreos que desaparecen?, ¿cómo se calculan, previenen y reparan los impactos ambientales que estas acciones unilaterales generan? Preguntémoslo ahora de otra forma: ¿Cuál es la afectación de los humedales del Lili cuando se destruyen para construir parqueaderos, o del arboricidio de la Simón bolívar, o de la Autopista Sur, o ahora, recientemente, de la Plaza de Toros?, ¿cuáles son las medidas de reposición y reparación de esos tejidos que involucran muy diversos sistemas vivos?, ¿en manos de quién está esa responsabilidad?, ¿Quién y cómo están fiscalizando las decisiones y controles que se toman institucionalmente en la ciudad de Cali? Seguramente esta municipalidad respondería a estas preguntas con respuestas prefabricadas, llenas de tecnicismos para engañar una ciudadanía desinformada.
Lo cierto es que cada vez más crece la percepción ciudadana de que se están tomando decisiones poco responsables sobre nuestras estructuras ecológicas urbanas y cada vez la actitud ciudadana es más sensible demandando responsabilidad. Sin embargo, al parecer no sucede así con las instituciones ambientales y de planeación del municipio; tenemos instrumentos de gestión ambiental mínimamente actualizados; sin embargo, en la ejecución, en la puesta en práctica seguimos teniendo deficiencia. Actos como los que vienen sucediendo respecto a los tejidos ecológicos demuestran poca sensibilidad, conocimiento, capacidad y arraigo para dirigir la ciudad. Si se daña un humedal para meter cemento cuando hay lugares próximos para el desarrollo del sistema de transporte masivo, hay inconciencia; si se daña un tejido arbóreo para meter un centro comercial, sin claras medidas de respecto por el entorno, lo que hay es incapacidad técnica de las autoridades y falla del criterio para pensar en el bien común.
Ya a estas alturas de este periodo de gobierno no se le puede pedir un programa ambiental coherente. Lo que hay que exigirle es que respete a la caleñidad y no vaya contra el sentir de las gentes que ven cómo se llena la ciudad de cemento y hierro. ¿Para dónde se van las aves que tiene su hábitat en esos sectores?, ¿Qué pasara con los microclimas de esos entornos?, ¿Cuáles son los verdaderos impactos y quienes serán los beneficiados? Pensémoslo bien, porque nos debemos un programa ambiental más pertinente y sobre todo más respetuoso y querendón de la ciudad que es nuestro nicho de vida…