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Dónde está la nación de estos tiempos


Una de las ideas que más se repite en las conversaciones públicas y en los debates de estos tiempos en Colombia es que estamos en momentos claves de paz, de construcción de una nueva nación. La convocatoria parece importante si se toma en serio, si se va hacia una idea menos retórica y más práctica de integrar el país, hacia un sentido de encuentro en la pluralidad de pueblos que nos constituyen.


¿Cómo se nombra y como poner en práctica esta idea de Nación en medio de las actuales circunstancias? El asunto no es fácil, máxime cuando desde hace varias décadas la comunidad de naciones caminan en medio de políticas posnacionales; es decir, cuando la idea de la integración en una nación organizada desde un Estado ha perdido espacio por efectos de la lógica de los carteles económicos y por el sentido de guerra de baja intensidad que alimenta pugnas internacionales, étnicas y sobre todo guerras de expropiación de territorios y recursos de pueblos y naciones. Colombia, lo sabemos a propósito de nuestro extendido conflicto armado, no es la excepción a esa lógica.


Pues bien, cuando se convoca a fortalecer la nación en ocasiones se asume la idea, apelando a una comunidad de origen único, con hitos fundacionales narrados en una única dirección y ahí hay un grave error, pues la unidad de la sociedad no se hace, ni a partir de un único relato, ni a partir de una dirección única que niegue las diferencias; necesitamos un relato de nación plural.


También se asume, cuando se convoca a la redefinición de la nación, la construcción de un nuevo contrato, una nueva constitución por ejemplo; y la idea, dadas las circunstancias institucionales y sociales no es descabellada; sin embargo a veces, un exceso de los sectores políticos es hacer unilateral la tendencia a pensar que la nación es exclusivamente una comunidad de intereses mediada por normas; pero la patria de la constitución puede terminar haciendo muy bien hecho un país de papel que mantiene el viejo caos en las prácticas de sus ciudadanos, grupos sociales e instituciones; transformar este paradigma tan extendido desde el siglo pasado, implica abordar de una manera más decidida nuestra propia cultura política cotidiana, pues necesitamos transformar el país real, no tanto el formal.


La nación en medio de esas circunstancias termina presentándose como una sociedad en conflicto, como una comunidad desintegrada en busca de equilibrios de acción compartida en el presente y hacia el futuro, en medio de una la lucha entre estamentos y grupos sociales; de ahí deviene la necesidad de abordar con propuestas alternativas, asuntos en tensión como las relaciones campo - cuidad, o los reconocimientos étnicos y de género, o la necesaria articulación de un país de regiones desigualmente constituido.


En todo caso, cualquiera que sea el camino para fortalecer la integración como nación, la convocatoria a construir país, a hacer nación, tiene que tener en cuenta estas tensiones y conflictos, como los asuntos de participación que debemos de resolver con solvencia, de lo contrario tanta preocupación por la paz nacional, se vuelve un acto de retórica.


Jesús Darío González Bolaños.


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