Llueve y...
Si llueve fuerte en una ciudad como Santiago de Cali es muy posible que la leve pendiente que desnivela el vallecito que hemos urbanizado rápidamente en unos cien años, deje rodar gran material de erosión y residuos sólidos mal dispuestos; esto hace que se colmate de manera grave el sistema de alcantarillado público. Es entonces muy posible que las zonas bajas de la Quinta y de la Autopista hacia el oriente se inunden; las aguas en su torbellino no perdonan estrato, ni ubicación; los niveles del agua suben velozmente y barrios de estrato cinco al uno sufren las inclemencias del clima y la deficiencia en la planificación histórica de la ciudad. También pasa que en las zonas altas, sobre todo en los sectores populares, se corra riesgos de erosión en áreas pobladas, afectando viviendas y vías públicas. Sucede también que las lluvias vienen acompañadas de fuertes ventiscas; la rosa de vientos combinada con las precipitaciones, presionan nuestros tejidos arbóreos y gran cantidad de material vegetal, ramas, hojas e incluso docenas de árboles que forman parte de nuestros cerca de trescientos mil especies que conviven en nuestra plataforma urbana, se van al piso y colmatan ductos y canales a cielo abierto.
Acontece entonces que muchas redes eléctricas y telefónicas se afectan porque ante la falta de diseño técnico de las redes y del mantenimiento arbóreo aledaño quedan muy expuestas; entonces en áreas de la ciudad se va la energía, decimos “se fue la luz”, esto también afecta el sistema de semaforización y el alumbrado público. Por esa razón alguna parte de la caleñidad tiene la creencia de que si llueve hay una calamidad ciudadana en ciernes. Esa idea tan arraigada en nuestra experiencia local tendríamos que confrontarla; lo que realmente sucede es que nuestro Estado local es precario y nuestro nivel de gobernabilidad en el diseño de la ciudad para el buen vivir y el cuidado del entorno es lamentable.
¿Qué hacen entidades como la CVC, las Empresas Municipales de Cali -EMCALI, la Secretaria de Prevención de Riesgos y Desastres, la Dirección de Planeación Municipal, entre otras? Intento una respuesta: manejan la crisis con paños de agua tibia para cada aguacero; por esa razón también los ciudadanos nos acostumbramos a escondernos de la lluvia, quienes más hacen son los abuelos y las abuelas que ponen en los pocos solares que quedan el signo místico de dos cucharas para que amaine la lluvia o la vela para San Isidro Labrador, para que pare el agua y salga el sol.
Quizás la ciudad merezca un mejor gobierno, un mejor diseño de su territorio y un mejor funcionamiento de sus instituciones, es asunto de ponerse en camino. La lluvia es un bien común, es una buena noticia, no puede ser una calamidad para los techos que nos cobijan o para nuestro espíritu.
Jesús Darío González Bolaños.