La sociedad del riesgo
La humanidad es cosa seria, llevamos hasta el extremo los límites de la vida; jugamos todos los días a la muerte en los hábitos y formas de poblar y morar el planeta y cuando las fuerzas de la naturaleza se reacomodan, maltrechas ante tanto acoso, entonces salimos, en medio de reacciones histéricas a señalarnos unos a otros, cada uno excluyendo culpas ante situaciones en las cuales tercamente no rectificamos.
Así se viven en estos días con la avalancha de huracanes, terremotos, maremotos, temblores, etc.
Los medios le echan la culpa a los gobiernos, los gobiernos señalan a las potencias económicas, las potencias económicas al tremendismo de los medios de comunicación, los medios al mal uso de la ciencia y la tecnología, los complejos tecnológicos a la ignorancia de la población, la población a castigos divinos y a las profecías de fin del mundo, y el mundo se mira a sí mismo no más y quisiera diluirse en la galaxia.
Sin duda, nuestro modo de poblar el planeta desde hace medio milenio, más o menos, ha sido de una tendencia depredadora, somos la especie más devastadora del planeta, estamos forzado al mundo a su reacomodo y lo ponemos en riesgo permanentemente, de eso es responsable históricamente la humanidad.
Pero ese juicio también es riesgoso porque diluye responsabilidades y medidas prácticas. Ciertamente a nivel personal, familiar, social y ciudadano, necesitamos adaptarnos a situaciones irreversibles como el cambio climático y debemos de rectificar nuestros hábitos de ser, estar, producir y consumir, pero también es cierto que hay agencias como el gobierno, la empresa, los poderes públicos y privados, incluso especialmente las redes transnacionales y las ligas internacionales son los espacios en los cuales existiría mayor peso de decisión y acción.
Hoy se impone ser solidarios para enfrentar las calamidades de México y Centroamérica, se impone ser solidarios para prevenir el riesgo, pero sobre todo se impone ser solidarios para hacer que la política económica, los modelos de desarrollo, la cultura y la civilización, en un sentido amplio, cambien su rumbo; toca dejar de lamentarnos y optar por verdaderas trasformaciones humanas.
Nos preguntaremos ¿qué podemos hacer desde el cotidiano y desde la vida situada que llevamos? Seguramente mucho, es cuestión de tener imaginación y compromiso, tenemos el poder de la existencia y sobre todo la necesidad de sobrevivir y de vivir dignamente. Anímenos.
Alberto Ladino.