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Dos Esquelas Distintas, Diferentes, Pero Del Mismo Clamor


La vida no es necesariamente un orden, sabemos por mera experiencia que es más bien un caos y que el sentido del mundo de la vida lo ponemos por la urgencia de existir y convivir, aún más preciso, de sobrevivir; así, no siempre podemos hilar eventos y sensaciones en un mismo plano; estos días han circulado eventos insospechados. Solo un recorrido por la geografía política del mundo de estos calendarios, de sus tensiones, nos sitúa en la urgencia de movilizar un sentido de construcción de paz y dignidad humana, para que el mundo no se nos desmorone a pedazos. Veamos solo dos breves esquelas distantes y pensémoslas juntos (as):


1. Cientos de personas han sido asesinadas y otras gravemente heridas la semana anterior en Somalia; el hecho que es simplemente aterrador, expresa las consecuencias de un conflicto marcado por la militarización de las luchas étnicas que han sumido a esta nación africana en terribles hambrunas y en una extendida guerra civil desde inicios de los años 90 del siglo pasado, la cual ha destruido las bases mínimas del Estado, la unidad de los pueblos y los ha sumido en una compleja confrontación a la cual no le han faltado fundamentalismos e intervenciones externas y coloniales. En 1997, se intentó un acuerdo fallido que dejó tres facciones actuando sobre los territorios; en el 2004 se intentó otro acuerdo de paz, pero la dificultad para cumplirlo y monitorearlo devino en disputas resueltas con cíclicos hechos terroristas, como el de la semana pasada. En Somalia hay una crisis humanitaria que cuestiona profundamente nuestra capacidad para hacer que prevalezca en el mundo la dignidad humana y lo que era miedo hoy es terror y dolor. Ahí solo queda apegarnos a las historias de náufragos que se juntan entre sí para salvarse abrazados de la borrasca de estos tiempos; es difícil hablar del dolor y de la victimización que sigue campeando en Somalia, a propósito de las guerras en las que siempre pierden los más humildes.


2. En un plano menos crítico y más asociado a los simbolismos y a las luchas ideológicas históricas, se están celebrando por estos días los cien años de la revolución de octubre, la revolución bolchevique (o de las mayorías, como se traduce). La gesta bolchevique de hace un siglo, revive cierto enconamiento ideológico; es pues un asunto que requiere más una reflexión que un entusiasmo apasionado; situarnos más allá de la historia de bronce de Trotski, Lenin y Stalin para situarnos, ojalá analíticamente, en las fuentes de la historia social y de la memoria política que está en los cuerpos y en el lenguaje de las sociedades. Se dice que las fechas asociadas a la revolución de octubre no son exactas porque los rusos utilizaban el calendario Juliano que presentaba un desfase de trece días sobre el resto del planeta. La circunstancia no es menor. Puede ser que nos esté señalando metafóricamente la relatividad del tiempo y de la historia, este breve detalle puede estar marcando la distancia histórica de occidente para comprender el fenómeno de esa revolución, puede ser que se nos esté recordando que las estructuras políticas y culturales occidentales han hecho mucho para banalizar y desaparecer los efectos y sentidos de ese acontecimiento histórico para la expansión de un sentido de humanidad. Hay ideales de justicia, de igualdad, de solidaridad que no se han querido ver por los lados de la banda occidental. Se resolvió entonces este impase temporal y político con la guerra fría, que no por fría ha dejado de ser letal, ¿qué produce una guerra?, muertes, ¿qué rompe una guerra? Culturas, economías, sociedades etc. El hecho no debe leerse desde militancias cerradas, es la oportunidad para aprender que eso de reducir el mundo a dos colores es la base de la deshumanización de estos tiempos; cierto es que hay siempre unos tonos más claros y otros más oscuros, también es verdad que el mundo tiene infinita posibilidad de colores. No hay color neutro en esta galaxia, por eso mismo, quizás, es menester aprender a vivir en la diferencia, entre mayorías y minorías que puedan ser capaces de transformarse mutuamente en las relaciónese de poder y orientación social.


Somalia hoy y Rusia hace cien años, con sus sagas, con sus saldos letales, son aparentemente realidades muy distantes, diferentes; pero los dos gestos, el uno luctuoso y el otro conmemorativo, nos asisten en la necesidad, en el clamor de salir de la guerra, de las guerras calientes y de las frías; es tiempo de que lo combativo se remita de manera más decorosa al sentido reflexivo; que lo reflexivo alimente nuevos sentidos de las luchas por la emancipación humana y social. Sabemos que en las huellas de la historia, de las de larga data y las recientes, habitan las sabias ligadas a los anhelos aplazados de dignificación humana. Encontrarlas es una artesanía, se trata de ir hacia la actualización de horizontes creativos con gestos de esperanza, dirigirnos en busca de un paisaje de posibilidades olvidadas y muchas veces vencidas, pero no por ello renunciables. Ya sabemos mucho de la visita de la muerte, ya sabemos cómo nos visita e incluso intuimos como nos encontrara, lo que tenemos por tarea mientras llega, es encontrar una salida hacia la vida.


Nota: hablando de otros asuntos críticos en la vida de país, ¿Qué hacemos con la licencia de los empresarios colombianos para imponer su criterio por encima de los derechos de la gente y de corromper cualquier norma en casos como el del transporte aéreo y el de la cartelización del cemento?, ¿será que hay una autoridad que acabe con el abuso a los usuarios en el caso del paro de Avianca?, ¿Quiénes serán los cementeros autores de esta suerte de desviación la rectitud del negocio?, si preguntamos bien tendremos sorpresas...

Jesús Darío González Bolaños.



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