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Desde todos


Abrimos el grifo de nuestra casa, efectivamente no hay agua, se acaba de ir porque hay turbiedad en el Cauca o porque la colocan esporádicamente. Este hecho nos lleva a pensar que este líquido vital es escaso. Pero si hacemos un recorrido por la geografía de nuestra región podemos constatar la riqueza hídrica existente. No tendríamos cómo enumerar la cantidad de cuencas y microcuencas existentes. Pero si esto es así, entonces ¿qué pasa?

Uno de los problemas es que muchas veces el cuidado del agua, en particular, y en general lo ambiental, lo percibimos desconectado, aislado, no se interrelacionan la red de factores que conducen a estas situaciones. En muchas ocasiones, el análisis que hacemos es inmediatista o relegado a una geografía institucional bastante estrecha, el agua para Candelaria, Jamundí o Puerto Tejada, sin revisar las conexiones existentes, por ejemplo, como incide la minería, el agrocultivo, la tala de bosques –para solo mencionar algunos factores-, en la agotamiento de nuestros recursos ambientales y los impactos que esto genera en la vida diaria y el empobrecimiento ambiental, social y económico regional que genera.


Entonces los hilos que están impactando asuntos de gran importancia cotidiana como el agua, los alimentos, los residuos sólidos se plantean sin reconocer las dinámicas urbano- regionales y, por tanto, no logró problematizar los ejes de las tensiones y los conflictos vitales que nos han afectado históricamente. Si reconocemos que las dimensiones de lo ambiental son múltiples, y que los elementos claves de su comprensión pasan por entender la complejidad e interrelación de los procesos de vida y por situarlos en el marco de relaciones de poder que operan muchas veces de manera invisible estaríamos dando un salto cualitativo.


Por supuesto, hay muchas prácticas y experiencias regionales agenciando diferentes apuestas ambientales. Al respecto es necesario volver a recalcar sobre un llamado, es necesario y pertinente que la discusión sobre el modelo ambiental que hemos impulsado en la región logre trascender a la esfera pública ciudadana. No tanto, en el sentido de convocar expertos y decididores, sino más bien, en el plano de lograr una confluencia amplia, que contemple la participación social de las comunidades y desde ahí camine hacia gobernanza de nuevo tipo, como expresión de una construcción democrática.


Si esa es la apuesta, para volver nuestra región esa casa común cuidada y construida por todos, proponemos apostarle a una pedagogía participación ambiental que potencie la concurrencia de experiencias y prácticas, en la vía de tupir la red de relaciones de gestación ambiental. Esta es por supuesto una tarea de todas y todos, en la cual se requiere vocación de encuentro, análisis y acción conjunta.


Alfayma Sánchez.




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