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Un club sin equipo


“El sentido de la tragedia inventa insólitos recursos; sin embargo, a veces el fútbol se parece a la canción ranchera y lo bueno consiste, precisamente, en salir ultrajado: “¡Qué manera de perder!...”

Luis Villoro, El sentido de la tragedia, en: El balón y la cabeza (2012)


Existe en las lógicas del fútbol la consideración que la historia de los equipos, representada en grandes triunfos, jugadores emblemáticos, jornadas épicas de gloria e hinchadas que fungen como una fuerza de apoyo emocional, es vital para confirmar (en el presente) su grandeza. Los “grandes equipos” se nutren y administran esa historia “dorada” como parte de su identidad futbolera y organizacional que, en la actualidad, está llena de prácticas de marketing, especulación y management deportivo. Pero lo más importante para el mundo del fútbol son los triunfos, ser el primero, ser campeón; lo otro, son datos que harán parte de los anecdotarios, las estadísticas y los relatos aleccionantes que animan la conversa en la esquina del barrio.


Esta “grandeza” la ponen en juego los equipos en cada torneo que disputan, porque se trata de ganarlos y seguir llenando de motivos, trofeos y logros la historia e identidad colectiva que encarnan. Todo esto en su conjunto es lo que suele llamarse jerarquía. La jerarquía es el conjunto hecho de historias doradas, de campeonatos sufridos, de jugadores y jugadas memorables, de hinchadas incondicionales, rivales que engrandecen la gesta del triunfo y las “ganas” o “güevos” con los que se asume la contienda. Ser un equipo grande es tener jerarquía, sobre todo en los momentos difíciles, porque es ahí donde se hace la diferencia con los otros equipos. En este sentido, la historia juega un papel importante, pero ella debe verse materializada en la cancha y en los minutos que dure el partido, más allá de las tácticas, el jogo bonito o las grandes estrellas. La jerarquía se pone a prueba en la situación límite de una posible derrota. De eso están hechos los “grandes equipos”.


Por ello, la actual situación y la derrota del Deportivo Cali ante Atlético Nacional por el campeonato del primer semestre 2017, pone en discusión la jerarquía del “glorioso azucarero deporcali”. No solo por lo sucedido en esta final, sino por lo que viene pasando en algo más de una década con el equipo, en tanto resulta paradójico ser uno de los mejores clubes de fútbol en Colombia, con estadio propio, con gran número de asociados, con ganancias anuales importantes, pero los resultados deportivos distan de los datos administrativos y financieros. Esta paradoja hace menos creíble la jerarquía que de tiempo atrás se había cultivado, y que se hizo evidente en el partido en la ciudad de Medellín, porque parte de la jerarquía también se valora por la forma en cómo se pierden los partidos y campeonatos. El marcador de 5 goles a 1, después de ganar de local, 2 goles a 0, y jugando mal, solo se puede resumir diciendo, que se llegó a la final con una buena dosis de suerte. Solo basta mirar la campaña completa, valorar los resultados, comparar los puntos del campeón y el subcampeón, y rememorar la angustia para entrar dentro de los ocho, para sacar conclusiones.


Algunos dirán que se logró mucho, y vale como consuelo perder con el mejor equipo del torneo y del país, pero de fondo lo que existe es una crisis profunda de la jerarquía del equipo. Es innegable si, con aptitud autocritica, se lee la historia azucarera reciente, porque aun en el campeonato de 2015 el ambiente de incertidumbre, de un onceno con baja producción futbolística y sin mucho favoritismo, que a la postre fue campeón, era la constante. No se trata de demeritar ese triunfo, que luego de una década se logró, pero fue un episodio glorioso, y ahora la situación vuelve a tornarse complicada en lo emocional y deportivo, quizá no tanto en lo económico, porque es un club que renta y produce réditos. Por ello nos encontramos con club sin equipo. Quizá suene fuerte esta afirmación, pero logra sintetizar la separación paulatina del negocio y organización deportiva, del equipo de fútbol, lo que a la postre trae como consecuencia malos resultados, producto de malas gestiones administrativas, malas direcciones técnicas y pérdida de jerarquía.


Una opinión general sobre la administración del Deporcali y su configuración como Club Deportivo, teniendo como referencia solo las noticias periodísticas, deja ver la existencia de disputas grupales encarnizadas que, afloraron mucha más, con la salida de Humberto Arias. El ambiente que se percibe públicamente no es el mejor, en una institución que tiene buenos recursos financieros, lo que hace suponer que las disputas administrativas se dan por la diversidad de concepciones sobre la prioridad de dichos recursos. Aquí sería muy interesante revisar las promesas que hicieron las diferentes planchas al cargo de Junta Directiva, y, en particular, la que está en ejercicio, para valorar sus impactos en los logros deportivos y financieros e identificar el orden de prioridades. Porque llama la atención cierta lógica cíclica de malas decisiones, por ejemplo, con los refuerzos y los cuerpos técnicos, muy evidente en los últimos dos años, pero histórico a pesar del campeonato de 2015, al punto que se despide al “Pecoso” Castro, quien fue traído para resolver una crisis, que afortunadamente logró título. Cosa que no sucedió con Héctor Cárdenas, quien vino a solucionar la crisis del tiempo de Mario Yepes, heredada del tiempo del “Pecoso” Castro, que vino a solucionar las del tiempo de....


El “glorioso” vive una paradoja de administración o gestión deportiva, que afecta su jerarquía como equipo de fútbol. Según el informe de la Superintendencia de Sociedades, titulado Comportamiento financiero de los clubes de fútbol en 2016, que reconoce que los activos de los “32 clubes deportivos aumentó en 26,9% en 2016 y el patrimonio lo hizo en 44,5%”; “que el consolidado de los 32 clubes de fútbol presenta ganancias de 31.452 millones. Un año atrás los resultados fueron negativos en 23.740 millones”, e indica que la Asociación Deportivo Cali es el segundo club con utilidades netas, lleva a reafirmar la idea de un “gran equipo” del fútbol colombiano. Pero algo está pasando que trasciende lo exclusivamente futbolístico, y ello se encuentra en la forma, estilo o perspectiva con la cual se está orientando al “glorioso”, ahí es menester poner la atención, pedir explicaciones y exigir un cambio de rumbo. Esto, no nos librará de las derrotas y los duelos, pero dejará intacta la jerarquía del equipo y nos hará menos usuarios de la buena suerte. Razón tiene Juan Villoro cuando se refiere al Barcelona, ellos son "más que un club".


Julio C. Rubio G.

Junio 2017


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