Ella Alza la Voz
Es común que, en un país como Colombia, invadido por el miedo que ha dejado la guerra a lo largo de casi un siglo, ocurran todo tipo de injusticas y que, peor aún, estén naturalizadas culturalmente. Una de esas grandes injusticias es el desalojo de cientos de comunidades negras e indígenas de sus propios territorios, quienes bajo amenazas, torturas y muertes de sus seres queridos por parte de grupos armados, abandonan sus viviendas, su vida y su cultura, para que las grandes multinacionales, en complicidad con el Estado y los grupos armados, lleguen a explotar el oro y acabar con los recursos naturales. De esta manera, talan árboles, contaminación los ríos con mercurio y cianuro, entre muchas otras consecuencias adversas, mientras estas comunidades despojadas habitan la ciudad, casi todas en condiciones de pobreza.
En esta guerra, históricamente los cuerpos de mujeres racializadas han sido las mayores víctimas, no solo al perder sus seres queridos y tener que huir de sus territorios, sino también porque sus cuerpos han sido botín de guerra, la violación usada con fines instrumentales para burlar los principios morales y sociales de las comunidades que se revelaban contra los grupos armados. Y con su cuerpo, muchas mujeres en Colombia también han perdido su voz y presas del miedo sobreviven porque sus “cuerpos no importan”.
Bajo este panorama, pocas veces alguien alza la voz y menos una mujer, y mucho menos una mujer afrodescendiente, nacida en una comunidad negra, rural, del norte del departamento del Cauca. Esta mujer es Francia Márquez Mina quien lucha en nombre de su comunidad negra y alza la voz porque es más grande su fuerza de justicia y verdad que el miedo, porque sabe que defender su territorio es continuar y honrar la lucha que sus ancestros iniciaron desde la época de la esclavitud.
Esta mujer madre cabeza de hogar, afrodescendiente, quien ha estudiado en medio de la dificultad que implica hacerlo fuera de su territorio, es para para muchas mujeres de su comunidad y fuera de ella, un aliento de esperanza y valentía porque le recuerda a este país que las mujeres a través de la historia, también han cambiado el mundo desde procesos de resistencia en sus contextos más cotidianos, y que esa misma fuerza con la que se ha parido la vida y el territorio, llamada por ella “amor maternal”, es la que se necesita para defender los derechos de las comunidades desde diálogos de resistencia y lucha con las instituciones políticas; exigiendo justicia con dignidad.
Francia nos recuerda que la voz de las mujeres cuenta y que tenemos mucho que enseñarle a este país que poco a poco se desangra contaminado por la minería, por la codicia, por la corrupción, por el miedo, en manos de los hombres y dominado desde miradas patriarcales que siguen dejando a la mujer en lugares de inequidad.