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¿En Favor Propio?


¿Se vota en beneficio propio o por el bien común?, éste es quizá el interrogante que mueve parte de las discusiones ciudadanas por estos días. Acerquemos a una charla entre una mujer adulta y un joven de un poco más de quince años, en una casa en la ciudad de Cali, que tiene como centro la pregunta sobre cuáles son los motivos que nos movilizan a sufragar.


En la mencionada conversación la mujer y el joven exponían los pros y los contras de los programas presidenciales que actualmente están en la refriega electoral; jalonaban para varios lados, entonces el chico pregunta de manera mordaz: “¿por qué a ti te conviene tu candidato?”. La mujer se siente fuera de base, el joven en cambio sonríe, considera que ha ganado la discusión; ¡por fin dio en el clavo! Luego de reponerse del asombro, la adulta le da razones de país. El joven incrédulo responde: “en algo te tiene que beneficiar”. “No siempre se elige por conveniencia propia, eso no es democrático”, contesta ella. Entonces el joven comienza a explicar su teoría política: “mira, el voto es individual porque cada persona escoge lo que le conviene y le gusta”. Un familiar que estaba callado asevera: “te imaginas un país como Colombia dando a cada persona lo que le gusta, cuarenta y ocho millones de opiniones”. Usando la lógica ripostó: “puede ser difícil pero les toca”. Una prima que estaba oyendo le dijo: “es que la democracia no es un gran mercado y las elecciones no son un gran centro comercial”. La mujer tercia y dice: “el punto es que en la política el problema no es el gusto o el deseo individual sino el interés general, se trata de la conveniencia para el país”.


Dado que el joven ama los animales, empezaron a hacer preguntas sobre qué cosas estaría dispuesto a hacer para que estos seres tengan una vida mejor, por esa vía emergió el asombro y la interrogación. Entonces aparecieron ideas que trabajaban en torno al buen vivir y cómo éste no es garantizado por el mercado; en ese campo el interés general no era algo meramente discursivo. En el ambiente queda un chico inconforme, aunque no lo dijera el problema era cómo decirle a los amigos que pensaba eso, cómo no quedar como el personaje extraño en la “camada de amigos”.


El anterior diálogo nos ilustra cómo en la actual coyuntura electoral se ha logrado, como en muy pocas ocasiones, que en las salas de las casas se converse sobre la democracia y las preferencias para el momento, lo cual es en sí mismo ganancia. No obstante, nos deja interrogantes sobre la formación ciudadana que tenemos, sobre lo naturalizado que está la idea que se vota por conveniencia propia. Se olvida que inicialmente el voto igualitario significó que los y las ciudadanas tuvieran igual oportunidad de decidir los rumbos colectivos pues antes era la riqueza la que determinaba de manera directa la posibilidad de escoger. No se puede negar tampoco que las elecciones han mostrado su bondad democrática en muchas ocasiones así como también el desprestigio del lado de la gran corrupción que la circunda. Sin embargo, el gran interrogantes que nos queda es ¿Será que podemos reconfigurar las nociones sentidas de democracia con las que actuamos cotidianamente, pues son las que más importan?



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